El maestro Agustín García Calvo escribió hace años un libro cuya lectura nos transformó. Se titulaba Registro de recuerdos, y en él se proponía algo insólito: dar cuenta de una serie de recuerdos de esos “que no se saben, que están vivos (...), que zumban y hasta huelen, si se deja uno llevar por ellos”. Y es que, frente a aquellos recuerdos “sabidos y registrados”, con sus nombres y sus fechas, siempre iguales a sí mismos, reales como un monumento o un atestado judicial, hay una memoria viva que “te arrebata y te hace palpar lo que era o podía haber sido vida”. Esa otra memoria, la que no tiene que ver con fechas, nombres propios ni actas o expedientes, es la que queremos sacar a colación aquí, en este catálogo de recuerdos que siguen removiéndonos cada tanto. Tal vez la lectura de los mismos pueda despertar al lector, a su vez, otros recuerdos vivos, de esos que fluyen por debajo de nosotros mismos.