Los discípulos de una escuela se llamaban entre ellos “compañeros” (etairoi - ἑταῖροι).
Se reunían para compartir una vida común y compartían pensamientos y costumbres, intercambiando continuamente dudas, investigaciones y dificultades.
Y es que para los griegos la investigación nunca era entendida como un esfuerzo individual, sino, más bien, como una unión de esfuerzos y comunicación entre hombres que habían elegido dedicar su vida a tal fin. Todas las personalidades más conocidas de la filosofía griega fundan escuelas que son, en realidad, centros de investigación colectiva.
Por eso es comprensible el interés de los filósofos de la antigua Grecia por la vida social, esto es, por la política. Los filósofos Tales, Anaximandro y Pitágoras fueron políticos. Parménides, según tenemos noticia, redactó las leyes de su ciudad; y Zenón murió intentando liberar a sus conciudadanos de un tirano. En Agrigento restauró la democracia Empédocles. Y Platón tuvo una inquietud política que marcó todo su pensamiento.
Las escuelas filosóficas griegas polemizan entre sí sobre un terreno común en el que, en el transcurso de los siglos, va planteándose determinados problemas compartidos.
Se puede hablar de cinco períodos en relación al tipo de problemas sobre los que las diferentes escuelas investigan: períodos cosmológico, antropológico, ontológico, ético y religioso.
El llamado período cosmológico, en el que domina el problema del descubrimiento de la unidad que da orden al mundo y permite el conocimiento humano, abarca a las diferentes escuelas presocráticas, con excepción de los sofistas.
El conocido como período antropológico (Sócrates y los sofistas) tiene como problema fundamental la unidad del ser humano en sí mismo y con respecto a los otros seres humanos, con el fin de indagar acerca de la formación de los individuos y de la armonía de la vida en sociedad.
En el período ontológico (Platón y Aristóteles) domina la indagación de la relación entre el hombre y el ser, entre el valor del ser humano como tal y del ser como tal. Representa un período de madurez del pensamiento griego, en el que se replantean y sintetizan los problemas de los períodos anteriores.
El penúltimo período se conoce como “ético” y en él, las escuelas de la época (estoicismo, epicureísmo, escepticismo y eclecticismo), se ocupan sobre todo del problema de la conducta humana. Se caracteriza este período por una orientación menos teorética y más práctica de la investigación filosófica.
El período final, el llamado período religioso, incluye las escuelas neoplatónicas y similares. El problema fundamental consiste en encontrar el camino re reunión del hombre con Dios, entendiéndolo como la única posibilidad de salvación.
Por supuesto, esta periodización no representa una división cronológica rígida, pues el pensamiento griego tiene un carácter autónomo en el que el individuo pensante se compromete con el mismo y con la mejora de su personalidad, sin establecer divisiones arbitrarias entre los temas. Pero sí que representan una imagen general del desarrollo y decadencia de las diferentes investigaciones filosóficas de la antigua Grecia.
Conocemos la filosofía griega antigua por las obras y fragmentos de los filósofos así como por los testimonios que nos han dejado escritores posteriores.
Platón es el primer autor del que conservamos las obras completas. Y de Aristóteles tenemos muchas obras. Pero de los demás filósofos apenas tenemos fragmentos y testimonios.
Estos testimonios, en lo que se refiere a los llamados “filósofos presocráticos”, se encuentran precisamente en las obras de Platón y Aristóteles. Este último, en el libro I de su obra llamada Metafísica, nos ofrece una primera historia de la filosofía anterior a él, además de múltiples referencias en otras obras suyas.
También encontramos testimonios de los filósofos en las obras de los doxógrafos, que son escritores del último período de la filosofía griega que se dedican fundamentalmente a recoger las opiniones de los filósofos antiguos. Teofrasto es el primero de estos recolectores de opiniones. Es muy importante su obra Opiniones físicas (de la que solo tenemos un capítulo y algunos fragmentos en otra obra -posterior, del siglo VI d. C.- de Simplicio (en griego, Σιμπλίκιος; Cilicia, aprox. 490 – 560), comentarista, a su vez, de Aristóteles.
Teofrasto, en griego antiguo Θεόφραστος (Ereso, isla de Lesbos, ca. 371 a. C. – ca. 287 a. C.)
Otros doxógrafos importantes fueron Pseudo Plutarco (se le atribuye la obra Placita philosophorum, siglo II d. C.) y Juan Estobeo (se le atribuye la obra Églogas físicas, del siglo V después de C.). Parece ser que ambas obras derivan de otra fuente común que, a su vez, deriva de las Opiniones de Teofrasto.
Marco Tulio Cicerón (106-43 a. C.) fue otro doxógrafo fundamental, ya que en sus obras expone las doctrinas de muchos filósofos griegos, aunque con el inconveniente de que son conocidas de segunda o tercera mano.
Hipólito de Roma (s. III d. C.) ofrece en el primer libro de su Refutación de todas las herejías información biográfica de los filósofos griegos. Y la obra Vidas y doctrinas de los filósofos, de Diógenes Laercio (Διογένης Λαέρτιος, también del mismo siglo), conservada entera, es fundamental para la reconstrucción del pensamiento griego.
Otros autores de los que se extrae información sobre los filósofos griegos fueron Eratóstenes de Cirene (s. III a. C), que estudia la cronología por primera vez y Apolodoro de Atenas (140 a. C.), que escribe una Crónica en donde también se establece la cronología de la historia griega. Se indica el florecimiento de la vida de los filósofos mediante el término acmé, el cual se hace coincidir, aproximadamente, con los 40 años.
Por último, escritores que discutieron críticamente las opiniones de los filósofos nos sirven también para acceder al conocimiento de los mismos. Por ejemplo, Plutarco, que expone el estoicismo y el epicureísmo en una polémica contra dichas filosofías.
También el escéptico Sexto Empírico (ca. 160-ca. 210) sostiene su postura criticando los sistemas dogmáticos de otros filósofos. Asimismo, los primeros escritores cristianos tratan de combatir la filosofía pagana mostrándonos informaciones importantes. Otros testimonios nos llegan de Proclo (412-485) y Simplicio de Cilicia (490 – 560) (que comentan a Platón y a Aristóteles), de Aulo Gelio (y su obra Noches áticas, del siglo II), de Ateneo de Náucratis (sobre el 200 d. C.) y de Claudio Eliano o Eliano (en latín, Claudius Aelianus, ca. 175-ca. 235).